Lisboa se encuentra en estado de conmoción tras el trágico descarrilamiento del funicular de Gloria, que resultó en la muerte de 17 personas y dejó a otras 21 heridas. Este icónico elevador, que conecta la Plaza Restauradores con el Bairro Alto, es ampliamente utilizado tanto por residentes como por turistas, quienes a menudo hacen largas colas para disfrutar de su recorrido. Inaugurado en 1885, el funicular ha sido parte del paisaje lisboeta y, aunque ha experimentado fallas en el pasado, esta situación marca un punto crítico en la seguridad del transporte público de la ciudad.
Las investigaciones preliminares apuntan a posibles fallas en el sistema, específicamente en el cable que conecta los dos vagones. Testigos del accidente describieron cómo uno de los vagones parecía fuera de control antes de descarrilar y volcar, lo que provocó la mayoría de las lesiones. Expertos sugieren que la presión adicional generada por el turismo, así como un posible mantenimiento inadecuado desde que se externalizó, podrían haber contribuido a este desastre. Ante la creciente preocupación, las autoridades deberán abordar el estado de los sistemas de transporte y el impacto del turismo en su funcionamiento.
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