Con la llegada de la primavera, los aficionados a los deportes de invierno comienzan a despedirse de la nieve, reflexionando sobre uno de los elementos más antiguos en este ámbito: los esquíes. Más antiguos incluso que la rueda, se han encontrado esquíes de madera que datan hasta 6,000 años antes de Cristo en Rusia, evidenciando su uso primitivo. Originalmente, los esquíes no servían para el deporte o la diversión, sino que eran herramientas esenciales para la caza y las batallas en territorios cubiertos por nieve. Durante siglos permanecieron prácticamente inalterados, siendo asimétricos y compuestos de maderas pesadas, hasta que en la década de 1930 se comenzaron a introducir innovaciones que transformaron sus usos y diseños, como la adopción de arcos en el centro para distribuir mejor el peso del esquiador.
A partir del siglo XIX, la evolución tecnológica de los esquíes se aceleró, favorecida por el uso de nuevos materiales y técnicas de fabricación. Innovaciones como el diseño laminado, que alternaba capas de maderas blandas y duras para mejorar maniobrabilidad y reducir peso, marcaron un antes y un después en la historia de los esquíes. La revolución llegó a mediados del siglo XX, cuando Howard Head introdujo la combinación de aluminio y madera contrachapada, seguido por la adopción de fibra de vidrio, que reemplazó casi por completo el aluminio. Estos cambios hicieron que los esquíes fueran más ligeros y resistentes. Hoy en día, materiales modernos como el kevlar han elevado aún más su durabilidad y desempeño, ofreciendo opciones específicas para cada disciplina, desde el slalom hasta el esquí de fondo y los saltos, destacando así la innovación continua que ha mantenido a este antiguo artefacto tan vital y fascinante en el deporte moderno.
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