Recientes estudios genéticos han desafiado la idea de que los neandertales se extinguieron completamente hace más de 30.000 años, sugiriendo que estos antiguos homínidos fueron asimilados por los humanos modernos. Este cruce inter-especies ha dejado una huella significativa en el ADN del Homo sapiens, influyendo en aspectos como los ritmos circadianos, la inmunidad y la percepción del dolor. Investigaciones muestran que los humanos modernos llevan entre un 1% y un 2% de ADN neandertal, lo que ilustra un parentesco más estrecho del que se había asumido previamente. Ludovic Slimak, un arqueólogo especializado en neandertales, resalta que este intercambio genético fue en gran medida asimétrico, con los sapiens incorporando más material genético de los neandertales, pero encontrando poco ADN sapiens en los restos neandertales.
El legado neandertal, aunque a menudo menospreciado, revela un impacto duradero en la salud y la adaptabilidad de las poblaciones humanas actuales. El ADN neandertal ha sido vinculado tanto a ventajas, como una respuesta inmune eficaz, como a riesgos, incluidas la diabetes tipo 2 y enfermedades autoinmunes. Estas complejas interacciones biológicas han conducido a una reevaluación de las relaciones evolutivas entre estas dos especies, desdibujando la línea que las separa como entidades independientes. Las nuevas tecnologías de secuenciación genética continúan desentrañando las contribuciones específicas del ADN neandertal, ofreciendo perspectivas sobre la biología cerebral y el comportamiento humano. Este enfoque renovado desafía la narrativa lineal de la evolución humana, reconociendo la intricada red de interacción e intercambio que caracteriza nuestro pasado evolutivo.
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