En un avance significativo en el estudio de las neoplasias mieloproliferativas crónicas, el equipo liderado por Gonzalo Carreño, hematólogo e investigador del Hospital 12 de Octubre, ha descubierto una conexión crucial entre la variante genética haplotipo 46/1 de JAK2 y la proteína PD-L1. Este hallazgo, publicado en la revista Blood, podría transformar la forma en que se abordan estas enfermedades raras.
El haplotipo 46/1 de JAK2, presente en aproximadamente el 50 por ciento de la población, ha sido asociado durante más de una década con un 30 por ciento del riesgo de padecer estas patologías. Sin embargo, la explicación de esta relación había permanecido esquiva. A través de estudios de interacción del ADN, Carreño y su equipo identificaron que la elevación de la proteína PD-L1 en individuos con esta variante genética podría ser la clave. PD-L1 actúa como un freno a las respuestas inmunitarias del cuerpo, permitiendo que las mutaciones características de la neoplasia progresen más rápidamente o con mayor frecuencia.
Miguel Manzanares, del Centro de Biología Molecular, resalta que este trabajo ilustra el poder de la investigación básica para impactar directamente en el tratamiento de enfermedades humanas. La interacción genética descubierta no solo explica un riesgo clínico, sino que también abre nuevas perspectivas terapéuticas.
Aunque las neoplasias mieloproliferativas afectan a solo dos de cada 100,000 personas, el impacto potencial de estos descubrimientos es inmenso. La enfermedad, caracterizada por la proliferación anormal de células sanguíneas, puede derivar en complicaciones severas como leucemia aguda o mielofibrosis. Actualmente, los tratamientos se centran en controlar los síntomas y evitar complicaciones, pero el uso temprano de fármacos anti PD-L1, ya empleados en cáncer de pulmón y linfomas, podría cambiar este panorama.
Carreño enfatiza que estos medicamentos han demostrado ser eficaces y bien tolerados, y propone que administrarlos en etapas tempranas de la enfermedad podría frenar su progresión y mejorar la calidad de vida de los pacientes. No obstante, subraya la necesidad de validar estos hallazgos a través de modelos animales y ensayos clínicos antes de implementarlos rutinariamente.
La investigación ha sido posible gracias al apoyo de importantes instituciones como el Instituto de Salud Carlos III y la Asociación Española Contra el Cáncer, abriendo camino a futuras dianas terapéuticas para mejorar el pronóstico de estas enfermedades complejas.