La ciudad de Madrid, conocida por su vibrante vida social y su rica cultura del café, ha adoptado la palabra «carajillo» con tal arraigo que muchos madrileños la consideran parte integral de su habla. Sin embargo, el origen del término está lejos de la capital española y posee una historia fascinante que pocos conocen. El «carajillo», una bebida que combina café con licor como brandy o ron, es una opción popular en bares y cafeterías de Madrid. Aunque parece una expresión autóctona, su verdadero origen se remonta a Cataluña, con diversas teorías sobre su nacimiento. Una versión sugiere que en la época colonial los soldados españoles en Cuba mezclaban café con brandy para ganar valor, mientras que otra versión lo vincula a la Barcelona del siglo XIX, cuando a los trabajadores esclavizados se les daba esta mezcla para aumentar su energía.
La teoría más aceptada, sin embargo, tiene un trasfondo lingüístico específico de Cataluña. Según el escritor Josep Pla, «carajillo» proviene de la frase catalana «Que ara guillo», que significa «Ahora me voy». Los trabajadores que deseaban marcharse rápidamente mezclaban café y licor en una sola taza para ahorrar tiempo, transformando poco a poco la expresión en la palabra moderna que conocemos hoy. Este término se ha diseminado desde su origen catalán a otras partes de España, particularmente Madrid, donde la práctica de tomar un «carajillo» después de las comidas se ha afianzado en la vida social, especialmente en invierno o como opción para aquellos que prefieren algo más fuerte que un café tradicional. Pese a su origen, el «carajillo» se ha establecido firmemente en la cultura madrileña, mostrándose cómo, dentro de España, las lenguas y dialectos intercambian y adoptan mutuamente sus expresiones.
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