En el siglo XIX, Madrid albergó el Cementerio General del Norte, un espacio que operó entre 1809 y 1884 y se convirtió en el principal recinto funerario de la capital durante más de siete décadas. Este cementerio reflejaba las necesidades de salubridad y modernización de la época, alejando la práctica de enterramientos en iglesias y conventos. Localizado fuera de las murallas de la ciudad, en la zona de Fuencarral, el cementerio fue testigo de una sociedad en transformación, marcando el paso de una era donde la muerte comenzaba a gestionarse de manera más higiénica y ordenada.
El cierre del cementerio en 1884 se debió a su saturación y al nuevo enfoque urbanístico de la capital, que requirió la creación de espacios más modernos y accesibles. Esta clausura también coincidió con el auge de nuevos cementerios, como La Almudena, que se adaptaban mejor a las necesidades del crecimiento demográfico de Madrid. El Cementerio General del Norte, aunque ya desaparecido, permanece en la memoria histórica de la ciudad como un símbolo de la transición entre las viejas tradiciones y las nuevas prácticas urbanas de inhumación.
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