Un reciente hallazgo arqueológico en la cueva El Mirador de Atapuerca, Burgos, ha revelado un inquietante evento de canibalismo que data de hace más de 5.000 años. Los restos de al menos once personas, incluidos niños y adultos, fueron descubiertos con evidencias claras de haber sido descuartizados, cocidos y consumidos. Según los investigadores, este episodio de violencia refleja la intención de eliminar metafísicamente a un grupo rival, más allá de una mera subsistencia o ritual tradicional. El equipo dirigido por Palmira Saladié del IPHES ha utilizado técnicas forenses avanzadas para analizar las marcas en los huesos, típicas de prácticas de carnicería, así como pruebas de cocción, sugiriendo un acto deliberado y breve de violencia intergrupal.
La complejidad del hallazgo se incrementa por la dispersión de los huesos en la cueva, que también había sido utilizada como redil para animales. A través de dataciones por carbono-14, los expertos han determinado que este acto ocurrió en un periodo temporal muy corto, a pesar de la existencia de un clima favorable para la agricultura y la ganadería en ese momento. Los estudios de isótopos de estroncio indicaron que las víctimas eran locales y no forasteros, sugiriendo un conflicto entre comunidades vecinas. Aunque las motivaciones exactas permanecen inciertas, el canibalismo ritual o por necesidad parece descartado, inclinando las conclusiones hacia un acto de violencia estratégica y simbólica en el contexto de tensiones sociales de la época.
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