La idea de que el frío es el principal responsable de las enfermedades comunes durante el invierno es un mito que ha sido desmentido por expertos en salud. Según un reciente informe, lo que realmente influye en nuestra salud no es la temperatura del ambiente, sino la capacidad del sistema inmune para adaptarse a condiciones cambiantes y estresantes. En este contexto, la fragilidad y la falta de flexibilidad del sistema inmunológico juegan un papel crucial. Durante los meses fríos, las personas tienden a pasar más tiempo en espacios cerrados y concurridos, lo que facilita la propagación de virus y bacterias, pero no es el frío en sí lo que debilita las defensas del cuerpo.
El sistema inmunológico, cuando está sano, es competente para enfrentarse a las amenazas si puede adaptarse correctamente a los cambios ambientales. Por eso, para fortalecer la respuesta inmune, se recomienda un estilo de vida saludable que incluya una dieta equilibrada, ejercicio regular y un descanso adecuado, factores que contribuyen a la flexibilidad inmune. Comprender que la clave para prevenir enfermedades no es evitar el frío, sino reforzar nuestras defensas internas, cambia la perspectiva tradicional sobre cómo abordamos la salud en invierno. Además, es esencial tener en cuenta que el estrés y otros factores pueden influir significativamente en el rendimiento del sistema inmunológico, destacando la importancia de una gestión integral de la salud.
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