Hace más de 400 años, los granjeros de Epsom, Inglaterra, descubrieron que su ganado evitaba beber de ciertos manantiales debido al sabor amargo de sus aguas, compuestas por magnesio y sulfatos, que derivaron en la popular sal de Epsom. Utilizada tanto de forma oral, como laxante, y tópica, en baños relajantes, esta sal ha sido valorada por sus beneficios físicos y mentales. El magnesio, esencial para múltiples funciones corporales, muchas veces no se ingiere en las cantidades necesarias, siendo los suplementos una solución común. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) destaca su importancia y menciona que las sales también sirven como exfoliantes y no deben usarse sobre heridas abiertas.
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