La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha puesto en el punto de mira una nueva variante del SARS-CoV-2 denominada NB.1.8.1, tras un notable aumento en los casos y hospitalizaciones por COVID-19 en diversas regiones del mundo. Este sublinaje de la variante ómicron fue identificado por primera vez en enero de este año y actualmente constituye más del 10% de las infecciones secuenciadas a nivel global, convirtiéndose en la cepa dominante en China y Hong Kong, y en otras localidades como el Reino Unido, Estados Unidos y Australia. Ante su rápida difusión, la OMS ha clasificado a la NB.1.8.1 en estado de «seguimiento».
La doctora Lara Herrero, experta en virología de la Universidad Griffith, advierte que esta variante podría tener una capacidad de propagación superior y eludir parcialmente la inmunidad derivada de infecciones anteriores y vacunaciones. Aunque los síntomas reconocidos de COVID-19, como la tos y la pérdida del olfato, son comunes, también se han registrado síntomas gastrointestinales como diarrea, estreñimiento y náuseas asociados a esta cepa. La doctora Herrero señala que esto podría llevar a confusiones en el diagnóstico, pues los síntomas pueden parecerse a otras enfermedades, aunque también incluye manifestaciones típicas como dolor de garganta y fatiga.
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