El papa Francisco, de nombre secular Jorge Mario Bergoglio, ha fallecido a los 88 años, dejando tras de sí un legado apostólico centrado en la sencillez y la humildad. Durante sus 11 años como líder de la Iglesia Católica, Francisco se destacó por su enfoque reformador y su distanciamiento de los lujos vaticanos. Desde su elección en 2013, homenajeó a San Francisco de Asís adoptando su nombre y abrazando un estilo de vida modesto, desmarcándose de las opulentas tradiciones papales al optar por vivir en la Casa Santa Marta, en lugar de los apartamentos papales. Conocido por renunciar a símbolos de poder como los zapatos rojos y el anillo papal de oro, prefirió un anillo de plata dorada y se movía en un sencillo Ford Focus dentro del Vaticano. Su fallecimiento marca el fin de una era caracterizada por un llamamiento continuo a la austeridad y la transparencia dentro de la Iglesia.
A pesar de estar al frente de una institución con vastos recursos, el Papa Francisco no recibió un salario, ya que sus necesidades básicas fueron cubiertas por el Vaticano, que se financia principalmente a través de donaciones de los fieles, rentas de inmuebles, y los ingresos generados por el Museo Vaticano, entre otros. Antes de su papado, en su época como cardenal en Buenos Aires, Francisco ya demostraba esta preferencia por la modestia, viviendo en un pequeño apartamento y usando el transporte público. Al asumir el pontificado, mantuvo estos valores y trabajó para reformar y transparentar las finanzas del Vaticano, mientras criticaba activamente el «carrerismo» y la opulencia dentro de la Iglesia. Su muerte no solo deja un vacío en la cúpula de la Iglesia Católica, sino también un desafío para su sucesor de continuar con la línea de reformas que él impulsó.
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