Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, enfrenta un complejo panorama político en el que su liderazgo y futuro están en entredicho. En medio de la debacle política generada por la gestión de una catástrofe ambiental y sus secuelas, Mazón se encuentra en una lucha por mantener su posición, incluso cuando su partido, el PP, enfrenta una creciente presión interna y externa. La irrupción de Vox en el tablero político valenciano, incrementada por el descontento social ante la gestión de la dana, ha dejado a Mazón más vulnerable y dependiente del apoyo de este partido, lo que ha complicado la aprobación de los presupuestos y la estabilidad gubernamental. A pesar de los esfuerzos por culpar al Gobierno central y encontrar un relato alternativo que lo exculpe, el inicio de las diligencias judiciales por la jueza encargada del caso amenaza con sacar a la luz las posibles responsabilidades del gobierno autonómico en la crisis.
Mazón ha transformado la Generalitat en un vehículo para su supervivencia política, utilizando los recursos institucionales para desgranar una narrativa que intenta reescribir los hechos y resguardarse del desastre político. Esto ha causado un serio perjuicio a los afectados por la catástrofe, quienes se ven atrapados en medio de una estrategia de confusión destinada a desviar la atención y mantener una fricción política con el gobierno central. En cada presentación del Consell, la retórica de Mazón se convierte en un torrente de declaraciones distorsionadas que buscan afianzar su posición. Este deterioro institucional recuerda las épocas más oscuras de la corrupción en la Comunidad Valenciana y deja entrever una lucha desesperada por el control de los restos de un naufragio político, todo mientras la población valenciana espera respuestas y soluciones efectivas a sus problemas más urgentes.
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