En un mundo donde el móvil nunca descansa, elegir apagarlo durante las vacaciones puede parecer una provocación. Sin embargo, cada vez más personas —incluidos líderes tecnológicos que viven pegados a la pantalla durante todo el año— están descubriendo que el mayor lujo de las vacaciones no es el destino, sino el silencio de las notificaciones.
David Carrero, cofundador de Stackscale (Grupo Aire), una de las principales compañías de infraestructura cloud y servidores bare-metal en Europa, no tiene dudas: “Para mí, las vacaciones de verdad empiezan cuando apago el móvil. Literalmente lo dejo en la caja fuerte del hotel o, si puedo, en casa. Me aseguro de que el equipo esté preparado para cualquier eventualidad, y entonces me permito desaparecer del radar durante unos días. Leer en papel, caminar, nadar, disfrutar sin interrupciones… eso es desconectar para reconectar”.
Carrero dirige una empresa que presta servicios críticos a clientes tecnológicos 24/7. Y, aún así, defiende con firmeza la importancia de tomar distancia digital. “Cuando llevas todo el año con cuatro pantallas delante, la desconexión se convierte en un acto de salud mental. Es entonces cuando vuelves a pensar con claridad, cuando recuperas el foco y recargas de verdad”, explica.
No se trata de una moda ni de una tendencia vacía de contenido. La ciencia lo avala: según múltiples estudios en neurociencia, el cerebro humano necesita desconectar de los estímulos digitales para activar su “modo de reposo”, esencial para la creatividad, la introspección y el descanso profundo. Las notificaciones, por mínimas que sean, activan el sistema nervioso simpático y elevan el nivel de cortisol, la hormona del estrés.
Una relación más sana con la tecnología
Para Antonia González, directora de la agencia digital Color Vivo, especializada en desarrollo WordPress y medios como Noticias.Madrid, Diario de Castilla-La Mancha, Andalucía Informa o Revista Cloud, la desconexión es una forma de equilibrio vital. “No siempre puedo apagar el teléfono del todo, pero eso no significa que no se pueda reducir su uso de forma radical. Yo misma utilizo los controles del sistema para limitar el tiempo de pantalla, desactivar notificaciones e incluso silenciar todas las apps durante ciertas horas del día”, cuenta.
González gestiona múltiples proyectos editoriales que requieren atención constante, pero ha aprendido a poner límites. “Creo que llevarte el móvil es normal, sobre todo por razones prácticas. Pero lo importante es no estar pendiente de él todo el día. Hay que ser valiente para dejarlo en un cajón y olvidarse. La ansiedad pasa pronto. Y lo que llega después es una sensación de presencia, de tiempo real, que no se consigue con ninguna app”.
Para ella, las vacaciones sin conexión son una oportunidad de volver a lo esencial: “Tocar la arena con los pies, escuchar sin distracciones, tener una conversación larga con tus hijos, leer una novela sin mirar la hora. Todo eso es parte de reconectar con lo que somos fuera del trabajo y de las pantallas”.
El móvil como barrera invisible
Numerosos estudios han confirmado que el uso constante del smartphone no solo genera fatiga digital, sino que interfiere con la calidad del sueño, la atención sostenida y la capacidad de relacionarnos con los demás. Lo más alarmante: muchas personas confunden estar disponibles con estar presentes.
“Estamos juntos, pero no conectados”, resume Carrero. “Es triste ver cenas familiares donde todos están mirando su pantalla. Cuando desconectas, recuperas conversaciones auténticas, descubres pequeños detalles, y vuelves a vivir el momento sin filtros ni interrupciones”.
González lo explica de forma parecida: “Hay una parte de nosotros que necesita aburrirse para ser creativa. Si estás constantemente distraído, nunca llegas a esos pensamientos profundos que aparecen cuando simplemente estás… sin hacer nada. Y eso es valiosísimo”.
¿Y si no puedes desconectar del todo?
Ambos coinciden en que no todos pueden hacer una desconexión total, pero eso no debería ser excusa para no intentarlo. Existen alternativas que ayudan a mantener una relación más saludable con la tecnología durante las vacaciones:
- Activar modo avión durante gran parte del día.
- Establecer horarios concretos para revisar mensajes si es estrictamente necesario.
- Usar apps de control digital para limitar el tiempo en redes sociales o correo electrónico.
- Delegar tareas y dejar claras las responsabilidades antes de salir de vacaciones.
- Notificar al entorno profesional tu disponibilidad limitada.
“Desconectar no significa desentenderse. Significa confiar, organizarse y recordar que el mundo no se va a caer porque estés unos días fuera del chat”, subraya Carrero.
Las vacaciones como antídoto
Más allá del descanso físico, las vacaciones sin móvil tienen efectos duraderos sobre la salud mental y emocional. Se fortalece el vínculo con las personas, se mejora el sueño, se baja el nivel de ansiedad y se activa una parte del cerebro que permanece adormecida el resto del año. Es, en palabras de González, “una forma de resetear la mente y el alma”.
Carrero concluye con una reflexión que, viniendo de un referente tecnológico, cobra aún más peso: “Al final, lo que importa no es todo lo que puedes hacer con tu móvil, sino todo lo que puedes vivir sin él. Desconectar es un acto de libertad. Y en vacaciones, esa libertad es el mejor regalo que puedes darte”.
Porque a veces, para volver a sentirnos conectados con la vida, hay que aprender a desconectar primero.
Fuente: Desconexión, apagar el móvil