Durante los primeros años de vida, los seres humanos experimentan una intensa fase de aprendizaje y desarrollo cognitivo. Sin embargo, es común que, al llegar a la edad adulta, las personas no puedan recordar eventos específicos de sus primeros años. Este fenómeno, conocido como amnesia infantil, intriga a científicos y psicólogos, quienes buscan explicar por qué los recuerdos de la niñez temprana se esfuman, mientras que el aprendizaje y las habilidades adquiridas durante esa etapa perduran. Investigaciones sugieren que, aunque los adultos no retengan imágenes precisas de sus primeras vivencias, el cerebro está sumamente activo en estos años, asimilando y procesando información que será crucial para el desarrollo emocional y cognitivo futuro.
La amnesia infantil se debe a que las estructuras cerebrales responsables del almacenamiento de recuerdos autobiográficos, como el hipocampo y el córtex prefrontal, aún están en desarrollo en los infantes. Esta inmadurez cerebral afecta la capacidad de los niños para codificar y consolidar recuerdos a largo plazo de manera similar a como lo hacen los adultos. A pesar de esta limitación, las experiencias tempranas siguen siendo fundamentales, pues contribuyen al establecimiento de patrones de comportamiento, lenguaje y percepción del mundo que influirán durante toda la vida. Así, aunque los detalles de la infancia se pierdan, su impacto se refleja en el adulto en términos de habilidades, valores y personalidad desarrollados durante esos años cruciales.
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