Un año después de que el huracán Otis azotara la costa de Guerrero, las familias de 24 desaparecidos aún buscan respuestas y consuelo. La tormenta, catalogada como de categoría cinco, azotó con furia la bahía de Acapulco, dejando destrucción a su paso. Marineros, capitanes y trabajadores de embarcaciones fueron comisionados para proteger los yates en el puerto, siguiendo una tradición arraigada que los expone al peligro en medio de fenómenos meteorológicos extremos. Desde entonces, las familias afectadas continúan peinando las playas y revisitando la base naval con la esperanza de recibir alguna noticia, aunque la mayoría de las veces se encuentran con la falta de novedades. A pesar de los hallazgos esporádicos, como una mochila o una grabación escalofriante de despedida, las ansias por respuestas concretas permanecen insatisfechas.
En el contexto de esta tragedia, surgen críticas a la falta de protocolos adecuados que protejan la vida humana sobre bienes materiales. Mientras en Acapulco la tragedia ha dejado huella y se han tomado medidas más estrictas ante fenómenos meteorológicos, en otras partes de México, como Yucatán, los trabajadores del mar aún enfrentan situaciones de riesgo que claman por medidas preventivas más efectivas. Las familias, por su parte, lidian con la burocracia y la falta de apoyo psicológico, aferrándose a la esperanza de que la situación cambie y no se repita el sacrificio de tantas vidas por la protección de embarcaciones. La historia de estas familias refleja una batalla continua contra el olvido, compartiendo su dolor con la esperanza de que su sufrimiento no haya sido en vano y que el clamor por seguridad y medidas protectoras tome fuerza y resuene con contundencia en las autoridades responsables.
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