En repetidas ocasiones, Donald Trump ha declarado que podría resolver la guerra en Ucrania en tan solo 24 horas si regresara a la Casa Blanca. Sin embargo, sus palabras han sido vistas con escepticismo, especialmente dada la falta de un plan claro y detallado detrás de dichas afirmaciones. Su enfoque podría resultar en consecuencias dramáticas para los intereses de Ucrania y Europa, ya que ha mostrado poco interés en continuar apoyando la defensa de Kiev contra Rusia. Además, su desdén hacia la OTAN sugiere que Ucrania podría no recibir el respaldo necesario para ingresar a la Alianza, lo que podría resultar en un debilitamiento significativo de su posición en el escenario internacional. En este contexto, la brutal agresión rusa podría recibir un premio en forma de conquistas territoriales y la amputación de la soberanía política de Ucrania, circunstancia que podría ser vista como una victoria para Putin.
Ante este escenario, se dibuja un panorama complejo y desafiante para Ucrania, que está exhausta tras años de conflicto. La moral entre sus ciudadanos está disminuyendo, lo que contribuye a un clima de incertidumbre sobre el futuro del país. Aunque Joe Biden ha flexibilizado ciertas restricciones sobre el uso de armamento estadounidense, la falta de un apoyo sólido y sostenido por parte de Estados Unidos podría obligar a Europa a asumir un rol más activo para evitar el colapso de Ucrania. La paz, que requiere la voluntad de ambas partes, podría verse comprometida si Rusia continúa ganando terreno sin enfrentar ningún tipo de resistencia. Los líderes europeos deberán sopesar cuidadosamente cómo apoyar a Ucrania para evitar que el país caiga en manos de un régimen opresor, intentando contener los daños y trabajando hacia una solución que, si bien no puede garantizar la completa autodeterminación de Ucrania, al menos limitaría las pérdidas territoriales y ofrecería garantías de seguridad a largo plazo.
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