Elon Musk, multimillonario y ahora figura cercana a Donald Trump, ha manifestado su deseo de influir en la política de natalidad de Estados Unidos. Musk, conocido por su obsesión con el crecimiento poblacional y la continuidad de sus genes, ha querido transmitir a los estadounidenses que deben priorizar la procreación sobre otras preocupaciones contemporáneas, como el individualismo. Con su alianza política con Trump, el empresario confía en que podrá introducir un cambio de valores en la sociedad estadounidense a partir de enero, para frenar la baja en las tasas de natalidad que también se evidencia en otros países desarrollados como Suecia y el Reino Unido, cuyas cifras son las más bajas desde hace siglos.
A nivel global, los desafíos demográficos plantean un dilema con diferentes enfoques y consecuencias. En Europa, por ejemplo, las bajas tasas de fertilidad amenazan el sistema de pensiones, la sanidad y la fuerza laboral, llevando a algunos gobiernos como el francés e italiano a implementar políticas activas para fomentar la natalidad. Mientras, la inmigración se menciona como una solución temporal para compensar la caída demográfica, pero no resuelve las causas subyacentes que llevan a personas a retrasar o evitar tener hijos. En Estados Unidos, los discursos de Musk y las políticas de Trump, centradas en restricción migratoria y cambios legislativos en torno al aborto, plantean un futuro incierto en el ámbito de la natalidad, en un país que, a pesar de estos debates, sigue sin ofrecer beneficios claros como bajas pagadas por maternidad o paternidad.
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