En la reciente corrida de San Fermín, Ricardo Gallardo presentó un lote que resultó ser descastado y desagradecido, provocando decepción tanto en el ruedo como en los tendidos. Los toros de Gallardo no lograron resonar con el público pamplonés, quienes esperaban más emoción y bravura en la clásica fiesta. La falta de casta y carácter de los astados fue evidente, dejando a los matadores con pocas oportunidades de lucimiento. La tarde, que prometía ser un espectáculo memorable, se diluyó en la frustración y el desencanto de los asistentes que aguardaban con ilusión el regreso de esta tradición taurina.
Alejandro Talavante, una de las figuras destacadas del cartel, pasó desapercibido con uno de los dos toros que mostraron un poco más de nobleza. Sin embargo, la falta de conexión y emotividad en el ruedo hizo que su actuación fuera más periférica que central. Talavante no logró capitalizar las oportunidades que el mejor toro del arrastre ofrecía, dejando una sensación de incertidumbre sobre su capacidad para brillar en esta plaza tan emblemática. La tarde quedó marcada por la ausencia de grandes momentos, subrayando la importancia crucial de la elección precisa de los astados para alcanzar el éxito en las fiestas de San Fermín.
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