Desde su diagnóstico de dermatitis atópica severa a los dos años, Noa y su familia han enfrentado un desafío constante, buscando desesperadamente tratamientos eficaces para controlar la condición que, según el médico Esther Serra Baldrich, afecta significativamente a un gran porcentaje de niños en todo el mundo. Elsa Moreno, madre de Noa, relata el impacto profundo que la enfermedad ha tenido en su vida diaria, condicionando desde patrones de sueño hasta la rutina diaria y la vida social de la familia. Las medidas clínicas, que abarcan desde tratamientos tópicos hasta terapias más avanzadas, han ofrecido algún alivio, pero la lucha contra los brotes frecuentes y el picor debilitante es una constante que se extiende más allá del ámbito físico, afectando la dinámica familiar y social.
El caso de África Luca de Tena, que ha vivido con dermatitis atópica durante más de cuatro décadas, refleja cómo esta enfermedad trasciende la barrera de lo físico, afectando la autoestima y la vida social de quienes la padecen. A pesar de los avances en tratamientos, muchas veces complejos y de difícil acceso, tanto Noa como Africa han experimentado la soledad y frustración que trae consigo la enfermedad. La Asociación de Afectados por la Dermatitis Atópica (AADA) busca visibilizar esta realidad, abogando por un mayor reconocimiento social y médico de la enfermedad. Con más de mil socios, la organización facilita espacios de apoyo y comprensión, mensajes esenciales para romper con la banalización de una afección que altera profundamente la calidad de vida de los pacientes y sus familias.
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