En un giro inesperado y vertiginoso, Siria ha sido testigo de un cambio significativo en su escenario político-militar durante los últimos 12 días. Una coalición insurgente encabezada por el Organismo de Liberación del Levante, grupo islamista liderado por Abu Mohamed al Jolani y considerado terrorista por Estados Unidos y la ONU, ha logrado tomar el control de Damasco tras una rápida y efectiva ofensiva. La operación insurgente, que comenzó el 27 de noviembre y fue apoyada por Turquía, ha dejado al presidente sirio, Bashar al Asad, aparentemente fuera del país. La caída de importantes ciudades como Alepo y Hama, sumada a la captura de otros puntos estratégicos, ha colocado al régimen de Damasco en una posición insostenible.
Ante esta situación crítica, los actores internacionales han comenzado a mover fichas para tratar de estabilizar la región. Rusia, pese a estar ocupado en el conflicto de Ucrania, ha lanzado ataques aéreos en apoyo al ejército sirio y ha anunciado maniobras navales cerca de Siria. Por su parte, Irán ha reafirmado su compromiso de apoyo al gobierno sirio. Sin embargo, la colaboración entre Rusia, Irán y Turquía en pro de un cese de hostilidades sugiere un posible inicio de diálogo. Mientras tanto, Al Jolani ha proclamado la victoria de los insurgentes en Damasco, abriendo un nuevo capítulo en el prolongado y sangriento conflicto sirio, mientras la comunidad internacional busca una solución política que evite más violencia y caos.
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