La integración de la cultura urbana en proyectos pedagógicos ha demostrado ser una herramienta eficaz para conectar y empoderar a colectivos vulnerables, como menores en riesgo de exclusión social, personas sin hogar y víctimas de violencia de género. Ejemplos de éxito se observan en iniciativas que utilizan disciplinas como el rap, el grafiti, el breaking y el flamenco para promover la expresión personal y social. Un estudio de 2024 sobre pedagogías hip-hop destaca que estas prácticas no solo son culturalmente relevantes, sino que también fomentan la participación social y el pensamiento crítico en estudiantes tradicionalmente excluidos. Un taller de rap en un refugio en Madrid y proyectos en barrios de Vallecas y Leganés han sido casos ilustrativos, donde participantes encontraron en la música una voz que antes no tenían.
La Asociación Garaje, un colectivo en Vallecas, ha utilizado la música desde 2009 para intervenir socialmente, ayudando a jóvenes a canalizar sus emociones y construir identidad en ambientes que carecen de vínculos seguros. Proyectos como «Buscando Fortuna» y «Tardes de Garaje» han proporcionado un espacio de pertenencia y expresión artística para jóvenes de diversos orígenes. Además, iniciativas como la del IES Almunia en Jerez de la Frontera integran el flamenco en el currículo educativo, impactando positivamente tanto a alumnos como a docentes, al fomentar una conexión emocional y el conocimiento del patrimonio cultural. Estas experiencias muestran que cuando las propuestas son bien acompañadas y culturalmente respetuosas, el arte urbano se convierte en un refugio emocional y una poderosa herramienta educativa.
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