El interés en las tildes y su importancia en el lenguaje revive un debate sobre la pérdida de ciertos acentos escritos, evocando la comparación de Ramón Gómez de la Serna que define el acento como la «vacuna» de la palabra. Esta reflexión se entrelaza con la historia sobre el origen de la palabra «vacuna», que nos lleva al siglo XVIII con la experiencia de Mary Wortley Montagu en Turquía. Montagu observó cómo las madres turcas utilizaban la variolación para inmunizar a sus hijos contra la viruela, una técnica que fue precursora de los métodos modernos de vacunación. Sus cartas desde Estambul no solo inspiraron a la intelectualidad de su época, sino que también detallaron aspectos culturales fascinantes de la región.
El interés por la variolación llevó a la familia real británica a financiar experimentos que utilizaron prisioneros como voluntarios, con resultados exitosos. Años después, Edward Jenner desarrolló la primera vacuna moderna en 1796, utilizando material de viruela bovina en un niño. Esto no solo marcó el inicio de la moderna inmunización, sino que también originó el término «vacuna» en honor a las vacas. El proceso de inmunización y sus raíces científicas han dejado un legado perdurable, destacando la importancia de las vacas en este avance médico crucial.
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