Desde la antigüedad, los caballos han sido considerados como esenciales para el desarrollo de las civilizaciones, desempeñando roles cruciales en la economía, la cultura y la política. Sin embargo, su domesticación no solo los convirtió en compañeros indispensables del ser humano, sino también en un tema de debate ambiental en el siglo XXI. En las laderas orientales de las Montañas Rocosas de Alberta, Canadá, se realiza un censo anual de estos equinos en libertad. Si su población supera el umbral establecido, el gobierno local lleva a cabo medidas de control, como la adopción de algunos ejemplares y el uso de anticonceptivos en las hembras. Esta práctica ha reavivado la controversia entre quienes defienden la preservación de los ‘wildies’, como son llamados coloquialmente los caballos de Alberta, y aquellos que los consideran una amenaza para el ecosistema.
El debate se intensifica debido a la clasificación de estos caballos como ‘ferales’, lo que les otorga el estatus de ganado doméstico, a diferencia de los caballos salvajes protegidos bajo diversas legislaciones. Los defensores de estos animales argumentan que, desde la llegada europea a Norteamérica, los caballos de Alberta han sido parte del paisaje cultural e histórico. A pesar de las políticas de control implementadas por el gobierno para proteger el equilibrio ecológico y satisfacer las necesidades del sector ganadero, muchas organizaciones y activistas se movilizan por encontrar soluciones que preserven a estos equinos. Mientras tanto, el futuro de los caballos de Alberta continúa en discusión, en un intento por conciliar el respeto por el patrimonio natural y las dinámicas económicas locales.
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