La industria tecnológica se enfrenta a un desafío mayor: la refrigeración de los centros de datos. Estos complejos, fundamentales para la economía digital, ya no pueden depender exclusivamente de la refrigeración por aire debido al creciente consumo energético. La refrigeración por inmersión, hasta hace poco confinada a usos especializados, se presenta como la solución emergente.
Los centros de datos han estado históricamente diseñados para la refrigeración por aire, pero con el incremento de la densidad de los racks y la potencia de los procesadores, este enfoque ha alcanzado sus límites. Equipos como las GPUs NVIDIA Blackwell y AMD MI300, que consumen entre 700 y 1.000 vatios, empujan a la industria más allá de lo que puede ofrecer el aire. Además, las regulaciones europeas de eficiencia energética presionan para lograr un PUE cercano a 1,1, imposible con los métodos actuales.
La refrigeración por inmersión emplea fluidos dieléctricos en los que se sumergen los servidores, permitiendo una absorción eficiente del calor. Sus ventajas son claras: eficiencias energéticas que pueden alcanzar un PUE inferior a 1,05, mayor densidad de racks, reducción de ruido y vibraciones, y beneficios sostenibles como la reducción del consumo de agua.
A pesar de que empresas como Microsoft y Alibaba están experimentando con esta tecnología, su adopción masiva es limitada, representando menos del 1% de la capacidad global. Las razones son múltiples: desde la inercia del ecosistema diseñado para refrigeración por aire, hasta los elevados costes iniciales y la falta de estándares en fluidos.
El futuro, sin embargo, se encuentra bajo el agua. La creciente demanda de IA y otras tecnologías avanzadas requiere soluciones que el aire no puede proporcionar. El mercado de refrigeración por inmersión se proyecta crecer un 20% anual hasta 2030, pero esta evolución debe acelerarse para evitar una potencial «crisis de refrigeración».
Para que esta transformación ocurra, la industria necesita favorecer la normalización de fluidos y equipos, crear diseños de hardware optimizados para inmersión, formar personal especializado y establecer incentivos regulatorios.
La refrigeración por inmersión promete convertirse en un estándar en los próximos años. Las empresas deben adaptarse a esta nueva realidad tecnológica, no solo para mantenerse competitivas, sino para garantizar la sostenibilidad de sus operaciones en un mundo cada vez más dependiente de la capacidad de procesamiento y la eficiencia energética. La cuestión ya no es si será adoptada, sino cuándo y cómo.
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