En el corazón de Belgrado, el cruce de las calles Nemanjina y Kneza Milosa ha mantenido durante más de 25 años las cicatrices de los bombardeos de la OTAN de 1999, que destruyeron el cuartel general del ministerio de Defensa de Yugoslavia. El edificio, diseñado por el renombrado arquitecto serbio Nikola Dobrovic, se erige como un símbolo de la intervención militar extranjera en la región. Sin embargo, este coloso herido ha sido adquirido por Affinity Global Development, una empresa propiedad de Jared Kushner, yerno del expresidente estadounidense Donald Trump. La venta de este inmueble por parte del gobierno serbio ha desatado una oleada de críticas, posicionando a la población en un debate sobre la memoria histórica y la venta de activos estatales como moneda de cambio para el apoyo internacional.
El controvertido acuerdo, que otorgará a Kushner el arrendamiento del lugar durante 99 años, promete transformar el antiguo cuartel en un complejo conmemorativo y de uso comercial, financiado en parte por el Fondo de Inversión Pública Saudí. Este proyecto ha sido catalogado por algunos críticos, como el historiador Milovan Pisarri, como un ejemplo de corrupción dentro del gobierno serbio y una victoria de intereses privados sobre la memoria colectiva. Richard Grenell, exasesor de Trump, también juega un papel clave en el desarrollo del proyecto, intensificando el debate sobre las implicaciones de recuperar un sitio cargado de historia con propósitos comerciales. Aunque el proyecto ha enfrentado resistencia local, con decenas de miles de firmas en contra, el argumento del potencial económico sigue prevaleciendo entre las autoridades serbias.
Leer noticia completa de Internacional en El Independiente.
