La reciente crisis provocada por la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) ha puesto al descubierto serias deficiencias en la organización institucional y operativa del Estado español. La DANA, que dejó a su paso graves inundaciones y significativos daños materiales, evidenció la falta de coordinación entre las diferentes administraciones encargadas de gestionar situaciones de emergencia. Expertos en gestión de crisis señalaron que la lentitud en la respuesta y la falta de recursos adecuados influyeron negativamente en la capacidad de mitigar los efectos adversos de este fenómeno meteorológico extremo. La necesidad de una revisión exhaustiva de los protocolos de actuación se hace imperiosa ante la amenaza creciente de eventos climáticos similares, agravados por el cambio climático.
Funcionarios de varios niveles gubernamentales han admitido que aspectos críticos como la comunicación entre entidades y la disponibilidad de infraestructuras adecuadas fueron deficientes durante la emergencia. Esto ha puesto de relieve la urgencia de mejorar los sistemas de alerta temprana y de consolidar una estrategia unificada que permita una gestión más eficiente de los recursos y la ejecución de planes de contingencia. Las comunidades más afectadas por la DANA han alzado la voz para exigir reformas estructurales que aseguren una respuesta más rápida y efectiva en futuras crisis. Con el aumento progresivo de fenómenos climáticos extremos, la reestructuración y adecuación de las políticas de gestión de crisis se posicionan como una prioridad en la agenda pública y política.
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