En los últimos tiempos, el auge de aplicaciones de pago digital como Bizum y herramientas para dividir gastos, tales como Tricount y Splitwise, refleja un cambio notable en las costumbres relacionadas con el manejo del dinero. Entre los jóvenes, pareciera que la pregunta «¿a quién hacemos Bizum?» se ha vuelto tan habitual como inevitable al final de cualquier salida grupal. Este fenómeno se entrelaza con aspectos culturales y generacionales, donde compartir gastos exactos y de forma equitativa es visto como una necesidad práctica, especialmente en contextos de precariedad económica. Leonor Cervantes, filósofa, crítica esta tendencia, señalando que aunque compartimos afectos y experiencias, mantenemos un estricto control sobre nuestras finanzas. Este comportamiento puede parecer una protección frente a tiempos inciertos, pero también refleja una creciente preocupación por maximizar cada gasto y rentabilidad potencial.
Este enfoque meticuloso, en el que cada céntimo cuenta, se alimenta de una visión empresarial de la vida cotidiana, que se extiende desde cómo compartimos una cena hasta el alquiler de una habitación. La transformación tecnológica y social ha llevado a que nuevas aplicaciones faciliten estos procesos, alentando a una exactitud en los intercambios económicos que, sin embargo, no deja de tener sus detractores, quienes ven en ello un marcado egoísmo. Gabriela del Rey, diseñadora de aplicaciones, admite que la comodidad que estas interfaces brindan puede eliminar posibles conflictos, pero también advierte sobre la pérdida del encanto de la generosidad despreocupada. En la línea de pensamiento de Max Weber, vemos una racionalización y desencanto del mundo, donde la magia de las invitaciones y regalos se desvanece, dejando paso a una cultura donde todo, incluso la amistad, parece susceptible de monetización.
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