En 2022, la fuga de talento por motivos laborales alcanzó su punto máximo, resultando en pérdidas económicas de hasta 155.000 millones de euros. Este fenómeno se ha convertido en una preocupación creciente para los países afectados, que ven cómo sus profesionales más cualificados buscan oportunidades mejor remuneradas y con mejores condiciones de vida en el extranjero. A pesar de los intentos de diversos gobiernos por implementar políticas de retención y regreso de talento, los incentivos ofrecidos no han logrado frenar significativamente la tendencia. La falta de mejoras económicas y laborales en los países de origen sigue siendo la principal barrera para revertir el flujo migratorio.
Los expatriados, una vez establecidos fuera de sus países, manifiestan pocas razones económicas para regresar. Muchos de ellos han encontrado estabilidad y beneficios que difícilmente podrían obtener en sus lugares de origen, lo que refuerza su decisión de permanecer en el extranjero. Además, la globalización y la creciente demanda de habilidades especializadas en ciertos sectores han facilitado la movilidad internacional de los profesionales, haciendo más atractivo el panorama laboral fuera de sus fronteras natales. Mientras tanto, el desafío para los países sigue siendo crear condiciones atractivas y competitivas que convenzan a estos talentos de volver y contribuir al desarrollo local.
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