El mercado de centros de datos en órbita está ganando impulso rápidamente, prometiendo transformar el futuro de la computación en la nube. Con proyecciones que sugieren un valor de mercado de 1.770 millones de dólares para 2029 y superando los 39.000 millones en 2035, el sector se posiciona como una alternativa más sostenible y viable a los centros de datos terrestres.
Estos centros representan infraestructuras que operan desde satélites en órbita terrestre baja o en el espacio cislunar. Aprovechan tecnología de servidores resistentes a la radiación y energía solar de alta eficiencia para procesar y almacenar información sin la dependencia de infraestructuras terrestres.
Empresas como NVIDIA, IBM y HPE, junto con la NASA y la ESA, lideran iniciativas para desarrollar estos centros de datos escalables. OrbitsEdge y Axiom Space, empresas pioneras en el sector, ya están en marcha con módulos de datos para satélites y estaciones espaciales. Axiom, por ejemplo, planea lanzar su primer centro orbital comercial en 2026, mientras que Star Cloud ha reunido más de 10 millones de dólares para sus centros de entrenamiento de inteligencia artificial en el espacio.
El crecimiento del mercado está impulsado principalmente por el aumento de aplicaciones basadas en inteligencia artificial, el explosivo aumento del tráfico de datos y los objetivos de sostenibilidad. En EE.UU., el consumo eléctrico de los centros de datos podría alcanzar los 35 GW para 2030, lo que ha generado un interés significativo en soluciones alternativas como la computación en órbita.
Las ventajas de estos centros son múltiples: ofrecen acceso constante a energía solar, reducen la latencia al procesar datos directamente en el espacio, y eliminan las restricciones físicas de expansión. Sin embargo, el principal desafío sigue siendo el coste, derivado de materiales avanzados y lanzamientos espaciales caros. También se enfrentan a barreras normativas y riesgos técnicos.
A pesar de los obstáculos, la evolución en logística espacial, como el montaje automatizado en órbita, está ayudando a mitigar estas barreras. Importantes inversiones, tanto públicas como privadas, están fomentando este desarrollo, como la aportación de Blackstone de 70.000 millones de dólares para nuevas infraestructuras de datos en 2024.
Las aplicaciones potenciales de los centros de datos en órbita son vastas, desde mejorar la eficiencia y seguridad de los servicios en la nube hasta facilitar observaciones terrestres y análisis climáticos. También jugarán un papel en las comunicaciones de redes 5G/6G, la exploración planetaria y la respuesta ante desastres.
En resumen, los centros de datos en órbita prometen cambiar radicalmente la infraestructura digital. Aunque enfrentan retos significativos, su capacidad para combinar sostenibilidad, rendimiento y escalabilidad los ha puesto en el radar de las principales corporaciones tecnológicas, inversores y gobiernos. Con el espacio como el nuevo horizonte de la computación, esta innovación podría redefinir nuestro enfoque hacia la infraestructura de datos.
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