Cuba enfrenta actualmente uno de los apagones más severos de su historia, una situación que expertos ya habían anticipado debido al deterioro de su sistema eléctrico. El especialista en energía Jorge Piñón había advertido sobre el colapso total del sistema debido al envejecimiento de las centrales eléctricas y la falta de mantenimiento adecuado. La problemática, agudizada por una crisis económica y alimentaria, ha obligado al cierre de servicios no esenciales, incluida la educación, y ha dejado a buena parte de la población sin electricidad ni agua potable. A pesar de contar con generadores en hospitales, el descontento social es palpable, aunque las protestas son moderadas por el temor a represiones severas, como las condenas de hasta veinte años para los manifestantes de 2021.
La raíz de este colapso no solo yace en la desatención técnica de las infraestructuras, sino también en la mala gestión económica del régimen. Inversiones extranjeras prometidas, como el acuerdo de 1.300 millones de euros con Rusia para nuevas unidades generadoras, no se han materializado con éxito. Proyectos prometidos, como la planta de biomasa en Ciego de Ávila, no han progresado por falta de recursos primarios como la caña de azúcar. Según Sebastián Arcos Cazabón, la crisis no es coyuntural, sino resultado de décadas de desinversión y una gestión ineficaz que ya no logra sostener el modelo socialista. En medio de esta crisis energética sin precedentes, el régimen continúa atribuyendo problemas al embargo estadounidense y se enfrenta a un país que ve cómo su población emigra en masa, buscando mejores oportunidades en el extranjero.
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