En un contexto internacional tenso, Israel ha intensificado sus acciones militares contra Irán, justificando estas medidas bajo el pretexto de proteger su seguridad nacional, una narrativa recurrente desde hace décadas. La situación recuerda conflictos anteriores, como la guerra de 1967 contra Egipto y las intervenciones estadounidenses en Irak en 2003 y Libia en 2011, todos con el fin declarado de asegurar la paz y estabilidad, pero que provocaron el incremento del extremismo religioso y la desestabilización estatal. La postura israelí recibe respaldo, especialmente por parte de Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump, lo que ha reforzado su posición como superpotencia regional con capacidades nucleares significativas.
A pesar de la fortaleza militar y el respaldo político, Israel enfrenta críticas por sus políticas en territorios ocupados y Gaza, que han sido calificadas como violaciones del derecho internacional. La política de expansión y las acciones bélicas continuas han generado tensiones con países cercanos, que rechazan históricamente el despojo sufrido por la población palestina. En este entorno, las ofertas de paz han sido consistentemente rechazadas, perpetuando un ciclo de violencia que afecta la estabilidad regional y alimenta las hostilidades arraigadas.
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