A pocos días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, Donald Trump y Kamala Harris se enfrentan en una contienda muy reñida, marcada por millonarias inversiones en anuncios publicitarios. Los temas económicos y de inmigración dominan la propaganda, evidenciando la división entre los votantes estadounidenses. Sin embargo, no solo los planes y propuestas han sido el foco de las campañas; las parodias y críticas entre los candidatos son las que han captado mayor atención en las redes sociales. Un ejemplo es el video «A Place for Trump», donde se retrata satíricamente al exmandatario en un asilo ficticio, cuestionando su estabilidad mental para liderar la Casa Blanca. Mientras tanto, Harris también ha sido destinataria de críticas en anuncios pro-Trump, como «Next Step», que la acusa de favorecer criminales, o «Why didn’t she do it?», que señala su supuesta inacción como vicepresidenta.
El impacto de las campañas se extiende a estados clave como Pensilvania, donde el cortejo electoral de ciudades como Filadelfia es vital para asegurar los 19 votos electorales disponibles. Ejemplos de la creatividad propagandística incluyen «Philly vs. Trump» en favor de Harris, que se aferra al orgullo local y al espíritu de resistencia de los filadelfianos. En contraste, anuncios como «Global Chaos» y «In turbulent times, you need a good pilot» intentan consolidar a Trump como el líder necesario para superar la influencia supuestamente negativa de la administración Biden. En este clima de tensión electoral, las campañas no solo exploran promesas económicas o de seguridad, sino que también buscan socavar la credibilidad del oponente. En este contexto de creciente competencia, cada anuncio es un intento de moldear la percepción pública en una carrera que no tiene reglas, solo el objetivo de captar el voto decisivo hasta el último momento.
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