Intel enfrenta uno de los momentos más críticos de su vasto recorrido empresarial. En 2024, la compañía reportó pérdidas récord de 18.000 millones de dólares, una cifra sin precedentes en más de cuatro décadas. Esta crisis refleja un complicado escenario de problemas financieros, retrasos en avances tecnológicos y una competencia intensificada en el mercado global de semiconductores.
La llegada de Lip-Bu Tan como nuevo CEO señala un intento de reestructuración. Sus medidas incluyen despidos masivos y ajustes en la inversión de capital. Sin embargo, las recientes declaraciones del expresidente Donald Trump, pidiendo su dimisión, han puesto en duda la continuidad de sus planes.
Frente a esta coyuntura, Craig Barrett, exCEO de Intel, ha propuesto un decálogo publicado en Fortune para «salvar a Intel y la fabricación de chips avanzados en Estados Unidos». Barrett resalta la importancia estratégica de Intel como único productor de chips lógicos de última generación en EE. UU. Además, señala la falta de planes de empresas como Samsung y TSMC para instalar fábricas punteras en suelo estadounidense.
El exCEO sugiere que grandes clientes como NVIDIA, Apple y Google deberían invertir conjuntamente 40.000 millones de dólares para darle a Intel una oportunidad de recuperación. Critica la estrategia actual de retrasar desarrollos tecnológicos hasta obtener compromisos de clientes, y sugiere que EE. UU. debería implementar aranceles a las importaciones de chips para motivar inversiones locales.
Además, Barrett descarta la división de Intel como solución, argumentando que la prioridad es la inyección de capital inmediato. Propone, también, una acción coordinada entre el sector público y privado, pidiendo a las autoridades facilidades políticas y a los clientes, compromiso financiero.
El enfoque mezcla aspectos de seguridad nacional con desafíos financieros, alertando sobre los riesgos de depender de inversión externa o adentrarse en tensiones comerciales con aranceles. La gran pregunta es si los clientes de Intel estarían dispuestos a financiar a un proveedor que también compite con ellos en diseño de chips.
El dilema de Intel excede sus propias fronteras, impactando el futuro de la industria de semiconductores en EE. UU. De no actuar ahora, advierte Barrett, la capacidad de liderazgo estadounidense en este sector crítico podría quedar opacada, reforzando la dependencia hacia Asia y, particularmente, Taiwán. El tiempo es crucial para asegurar el futuro de Intel y, con ello, la supremacía estadounidense en la fabricación de semiconductores.
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