El domingo, Corea del Sur vivió uno de los días más oscuros de su historia reciente cuando un avión de Jeju Air se estrelló, causando la muerte de 179 personas. Este incidente ha marcado el 29 de diciembre como una fecha trágica, siendo el peor siniestro aéreo en suelo surcoreano hasta la fecha. En respuesta a esta calamidad, el presidente en funciones, Choi Sang-mok, ha ordenado una inspección exhaustiva del sistema operativo de la aerolínea, así como de todos los aviones del mismo modelo, el Boeing 737-800, que se consideraba uno de los más seguros a nivel mundial. Las autoridades han dado prioridad a esta investigación debido a la magnitud del desastre y la necesidad urgente de respuestas.
La integridad de Jeju Air y el prestigio de Boeing están en el ojo del huracán, tanto ante las autoridades como ante la opinión pública surcoreana, que responsabiliza a ambas entidades por el siniestro. La gravedad de la situación ha movilizado a los organismos internacionales, con la participación de las autoridades estadounidenses de seguridad en el transporte, Boeing, y el fabricante de motores CFM Internacional. Estos colaboran con sus homólogos surcoreanos para esclarecer las causas que llevaron al fatídico evento. La consecuencia inmediata ha sido un escrutinio detallado de las operaciones de la aerolínea de bajo coste, en medio del dolor y la indignación de una nación que aún no se recupera del impacto emocional.
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