En la actual era digital, los datos han adquirido una relevancia sin precedentes. Desde documentos esenciales hasta valiosas fotografías, contraseñas o información bancaria, todo reposa en la fragilidad de los dispositivos electrónicos que empleamos día a día. La pérdida de estos archivos no solo representa un inconveniente menor; para muchos, puede significar graves consecuencias personales y profesionales.
La buena noticia es que la conciencia sobre la necesidad de realizar copias de seguridad se ha expandido. Según un estudio realizado por Western Digital, un 87% de los usuarios afirma hacer copias de sus datos regularmente. Sin embargo, un inquietante 63% ha experimentado alguna pérdida de información, muchas veces irreparable. Surge la pregunta: ¿por qué, a pesar de las buenas intenciones, esto sigue ocurriendo?
El informe de Western Digital desvela varios factores que contribuyen a esta problemática. En primer lugar, los errores humanos son la causa más común. Desde borrados accidentales hasta sobreescritura de archivos importantes, estas equivocaciones suelen pasarse por alto hasta que ya es demasiado tarde. Por otra parte, los fallos en el hardware, como discos duros defectuosos o memorias USB corruptas, pueden dejar a los usuarios sin acceso a sus esenciales datos.
Además, una mala ejecución de las copias de seguridad reduce drásticamente su eficacia. Muchas veces estas se almacenan en el mismo dispositivo que los originales, lo que no ofrece ninguna protección en caso de un fallo de hardware. Otro problema común es que las copias se hagan de forma manual y no se actualicen con frecuencia, dejando fuera información reciente. Y no menos importante, el aumento de ciberataques, incluidos los temidos ataques de ransomware, pone en riesgo tanto los archivos originales como sus copias si estas están conectadas a la red.
Para resolver esta problemática, los expertos sugieren adoptar la estrategia 3-2-1, bien conocida en el ámbito de la ciberseguridad. Esta consiste en tener tres copias de cada archivo importante, almacenarlas en dos tipos diferentes de soporte —por ejemplo, un disco duro y almacenamiento en la nube— y garantizar que al menos una copia esté ubicada fuera del entorno habitual, en una ubicación física diferente o en una nube segura. Esta táctica asegura que, ante cualquier desastre físico o digital, siempre haya una copia segura disponible.
La automatización de estos procesos también puede minimizar los errores humanos, mientras que la verificación regular de las copias garantiza que sean útiles cuando se necesiten. Es crucial también no depender de una sola copia guardada en el mismo equipo y considerar opciones seguras de almacenamiento en la nube, que ofrezcan encriptación y copias redundantes.
El panorama empresarial es aún más vulnerable, ya que las pérdidas de datos pueden interrumpir la actividad, generar sanciones legales y causar daños irreparables a la reputación corporativa, especialmente en sectores críticos como la salud, la educación o las finanzas.
En conclusión, realizar copias de seguridad es solo el primer escalón en la protección de datos. Se requiere una estrategia integral y segura para preservar la información más preciada. En una sociedad donde lo digital define nuestra vida, proteger los datos es protegernos a nosotros mismos. La responsabilidad recae enteramente en cada uno de nosotros.