La comunidad de animación ha sido sacudida recientemente por la nueva función del programa ChatGPT de OpenAI, que permite generar imágenes en un estilo reminiscentemente al de Studio Ghibli, el famoso estudio de animación co-fundado por Hayao Miyazaki. Este avance tecnológico ha reavivado críticas y cuestionamientos sobre el uso de la inteligencia artificial (IA) en la creación artística. Aunque OpenAI ha animado a los usuarios a experimentar con esta capacidad, provocando una oleada de contenido visual en redes sociales que busca emular la estética de Ghibli, la respuesta por parte de los defensores del arte tradicional ha sido contundente. La recreación de momentos históricos sensibles con esta estética, así como el aumento del uso de los servidores de OpenAI, han llevado a suspender temporalmente el acceso a la función.
La reacción no se ha hecho esperar, con voces de la industria y la crítica expresando su preocupación por lo que consideran un «robo» de valor artístico. Nacho Vigalondo, célebre cineasta, destacó enfáticamente la obra de Miyazaki como un baluarte contra los atajos tecnológicos, calificándola de «artesanía militante». Mientras tanto, otros críticos y artistas, como Randy Meeks y Álvaro Ortiz, han subrayado que la verdadera admiración por Ghibli debería inspirar creatividad personal y no meras imitaciones facilitadas por IA. La controversia aviva el debate sobre los derechos de autor, la ética del uso de la IA en arte, y cómo estas tecnologías pueden alterar la percepción y el valor del proceso creativo humano.
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