El cine de Lizzie Borden y Sean Baker explora con sensibilidad la vida de las trabajadoras sexuales, abordando sus historias desde una perspectiva única que evita el sensacionalismo y el juicio. En «Working Girls», dirigida por Borden en 1986, se sigue el día a día de Molly, una fotógrafa que trabaja en un burdel para ganar su sustento. La película presenta un retrato honesto de su rutina monótona y desafiante, reflejando una realidad común en los años setenta y ochenta, cuando muchas jóvenes universitarias recurrían ocasionalmente al trabajo sexual. Borden, una figura clave en el cine feminista y lésbico de la época, evitaba el enfoque del «male gaze» y se sentía atraída por la autenticidad de este mundo, como lo demuestran sus proyectos posteriores sobre trabajadoras sexuales.
Por su parte, Sean Baker, conocido por su sensibilidad al retratar la marginalidad, presenta en «Anora» una visión dignificante de las trabajadoras del sexo. La película no idealiza ni condena la prostitución; la muestra como una forma de supervivencia dentro de una sociedad que juzga con moralismo puritano. En «Anora», como en «The Florida Project», Baker se centra en humanizar a sus personajes, evitando estigmatizar sus vidas. A través de su delicada narrativa, Baker revela la fortaleza y resiliencia de personas atrapadas en las cunetas del capitalismo, dotándolas de una identidad poderosa que atrae al espectador. Sus historias, aunque inmersas en tristeza, están llenas de esperanza, ya que resaltan la dignidad y el valor de quienes viven al margen.
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