Mikheil Kavelashvili ha sido elegido presidente de Georgia en una votación parlamentaria marcada por la ausencia de la oposición. Boicoteada por los opositores, la sesión parlamentaria otorgó a Kavelashvili 224 de los 300 posibles votos, contando con el apoyo mayoritario del partido gobernante, Sueño Georgiano. La controversial elección no incluyó sufragio universal, lo que generó críticas por parte de Salomé Zurabishvili, la presidenta saliente, quien se niega a ceder su puesto alegando que el proceso carece de legitimidad. Zurabishvili, que sigue como una figura importante para la oposición, denunció la elección como una «parodia anticonstitucional» y ha instado a que las protestas continúen. Kavelashvili, exfutbolista y fundador del movimiento La Fuerza del Pueblo, que promueve estrictas leyes en línea con las políticas rusas, representa un cambio significativo en la dirección política de Georgia post-soviética, convirtiéndose en el sexto presidente desde su independencia.
Las protestas en Tiflis continúan intensificándose, con manifestantes describiendo a Kavelashvili como un «esclavo» y «ruso», en rechazo a su falta de educación superior y su postura prorrusa. En respuesta, un fuerte dispositivo policial se ha desplegado alrededor del Parlamento, cerrando calles y preparando camiones con cañones de agua para prevenir enfrentamientos. La controvertida elección se produce en un contexto de tensas relaciones entre el Gobierno georgiano y la Unión Europea, después de que las autoridades decidieron congelar las conversaciones de adhesión al bloque europeo, lo que ha aumentado la frustración de la oposición pro-europea. El resultado de la votación ha consolidado el poder del Sueño Georgiano tanto en el Parlamento nacional como en las asambleas locales, dejando a la oposición en un estado de desafío continuo frente a un Parlamento y una presidencia que consideran ilegítimos.
Leer noticia completa en El Pais.