Cataluña experimenta un notable contraste en el clima político en comparación con Madrid. Mientras la capital española se encuentra en medio de un torbellino de escándalos y tensiones políticas, la región catalana ha asumido con calma la decisión del Tribunal Constitucional que avala la ley de amnistía dentro de la Constitución. Esta normalización en Cataluña parece derivar de la influencia del president Illa y los cambios políticos recientes, que han relegado las tensiones del procés a un segundo plano. Sin embargo, esta aparente tranquilidad superficial oculta un desasosiego latente entre la población catalana, reflejado en las encuestas que muestran una creciente desconfianza y frustración hacia la política.
El descontento político se ha convertido en un problema central que supera incluso al desempleo y la economía. Este fenómeno ha sido analizado por el CIS, destacando que el desencanto no solo afecta a los partidarios de distintas corrientes políticas, sino que especialmente resuena entre aquellos sin una inclinación política definida. Este segmento, que solía permanecer neutro durante los años previos al procés, ahora se caracteriza por una profunda irritación hacia la política, una emoción creciente que aún no encuentra un cauce electoral claro. Este malestar, presente como un persistente ruido de fondo, demanda atención para evitar que se convierta en una crisis política más profunda.
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