Esta semana, el gobierno colombiano suspendió el proceso de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) tras un atentado con explosivos contra una base militar en Arauca, que resultó en la muerte de tres jóvenes soldados y dejó a 27 heridos. Este ataque no solo profundiza la desconfianza sobre los resultados del proceso, sino que también fortalece a la oposición, que ve la paz con el ELN como una causa perdida. Este proceso de paz, actualmente el más significativo en Colombia, busca poner fin a un conflicto armado que ya dura seis décadas, y enfrenta críticas por sus métodos y objetivos, especialmente por los recientes actos violentos y el congelamiento unilateral de las negociaciones por parte del ELN.
Pese a las dificultades, el gobierno del presidente Gustavo Petro ha reconocido progresos notables en los últimos 17 meses de negociaciones con el ELN. Entre ellos destacan la firma de 28 acuerdos y una veintena de protocolos, la aplicación del primer punto de la agenda de diálogos y un cese al fuego de un año, el más prolongado hasta la fecha. La voluntad de las partes para continuar con el proceso se pone a prueba constantemente, con un enfoque en la participación social y la implementación simultánea y continua de los acuerdos alcanzados. La ONU felicitó a ambas partes por estos avances, subrayando que este proceso ha logrado más que cualquier otro intento anterior para la paz en Colombia.
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