En un giro inesperado, la fiscal general y la dirección del FBI han sido severamente criticados por sus declaraciones recientes sobre el caso Epstein. Tras años de especulaciones y teorías sobre una supuesta lista de clientes y chantajes a figuras prominentes, las autoridades han concluido ahora que no existen pruebas creíbles para sostener dichas afirmaciones. Este cambio ha sorprendido a muchos, especialmente dado que tanto la fiscal como la agencia habían sido considerados previamente fervientes partidarios de la hipótesis del complot.
Las reacciones no se han hecho esperar, generando olas de indignación y acusaciones de traición por parte de aquellos que mantenían la esperanza de un desenlace más revelador. Organizaciones y activistas que luchaban por destapar supuestos encubrimientos expresaron su descontento, insistiendo en que el abandono de la investigación significa una falta a su deber de justicia. Este episodio añade un nuevo capítulo a la compleja saga de Epstein, planteando interrogantes sobre la dirección y el enfoque de las pesquisas futuras.
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