La guerra dialéctica entre el Real Madrid y el estamento arbitral ha sacudido la previa de la final de la Copa del Rey. Las declaraciones de los árbitros designados, Ricardo de Burgos Bengoechea y Pablo González Fuertes, provocaron tal malestar en el club blanco que se llegó a especular con la posibilidad de no disputar el encuentro. Según el artículo 80 del Código Disciplinario de la RFEF, la participación es obligatoria para los clubes clasificados, y negarse a jugar implicaría exclusión del torneo siguiente y una multa económica. Si el Madrid hubiese optado por no participar, la normativa contempla que la final se disputaría entre su rival, el FC Barcelona, y Real Sociedad, el equipo eliminado por los madridistas en semifinales.
A pesar del duro comunicado del Real Madrid calificando las declaraciones arbitrales de «inadmisibles» y expresión de «animadversión y hostilidad», el club aseguró su participación en la final. En dicha nota, aclaran que nunca consideraron renunciar y reafirmaron su compromiso con el evento, respetando a los aficionados que planean desplazarse a Sevilla. El club madrileño insistió en que deben prevalecer los valores del fútbol sobre la polémica arbitral, subrayando la importancia de no enturbiar un acontecimiento de relevancia mundial.
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