En los últimos años, la edad promedio de las mujeres para tener su primer hijo en España ha aumentado significativamente, alcanzando los 32,6 años. Esto se debe a factores personales, profesionales y económicos, lo que a menudo lleva a una reducción de la fertilidad debido al envejecimiento natural de los óvulos. Ante esta situación, la técnica de vitrificación de óvulos se ha convertido en una solución popular, permitiendo a las mujeres posponer la maternidad. Esta técnica ha experimentado un notable crecimiento, reflejado en estadísticas internacionales y nacionales, donde el número de mujeres que congelan sus óvulos ha aumentado de forma exponencial. Sin embargo, aunque ofrece mayores libertades reproductivas, no garantiza el éxito futuro de un embarazo.
La congelación social de óvulos es vista por muchos como una revolución similar al impacto que tuvo la píldora anticonceptiva, ya que brinda a las mujeres la posibilidad de decidir cuándo tener hijos sin la presión del reloj biológico. Sin embargo, esta práctica también plantea consideraciones éticas y de género, ya que las mujeres pueden verse empujadas a elegir entre su carrera profesional y la maternidad. Asimismo, surgen debates sobre los riesgos médicos y la medicalización innecesaria de la reproducción. Este fenómeno también resalta la necesidad de cambios sociales que promuevan la igualdad de género y políticas de conciliación laboral, permitiendo a las mujeres una mayor autonomía en sus decisiones reproductivas sin tener que recurrir únicamente a soluciones médicas.
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