La campaña militar de Estados Unidos, liderada por Donald Trump, ha incrementado las tensiones en América Latina tras el ataque a embarcaciones vinculadas al narcotráfico. Operaciones previas se habían centrado en el Caribe, principalmente contra cárteles venezolanos, pero el reciente ataque tuvo lugar frente a las costas colombianas en el Pacífico, marcando un cambio estratégico. La Fuerza Armada de EE. UU. ha hundido ocho embarcaciones, generando la muerte de al menos 34 civiles, algunos de los cuales podrían ser ciudadanos colombianos, según sospechas del Gobierno de Gustavo Petro. El presidente colombiano ha condenado estos actos, denunciando la muerte de un pescador que habría ocurrido en aguas territoriales del país.
Mientras tensa sigue la relación diplomática entre Colombia y EE. UU., la situación se complica con la implicación de un supuesto narcosubmarino atacado, resultando en la captura de dos sobrevivientes, uno de ellos colombiano. En paralelo, las acusaciones contra la guerrilla del ELN tras un bombardeo a una embarcación presuntamente vinculada a actividades delictivas han sido negadas por el grupo insurgente. Estas acciones han generado un debate sobre la legalidad y consecuencias de la ofensiva estadounidense en la región, mientras el contexto geopolítico observa cómo el papel de las fuerzas armadas se cruza con las políticas antinarcóticos y la diplomacia internacional.
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