La saga de James Howells, un ingeniero informático que perdió un disco duro con 8.000 bitcoins, ha llegado a un abrupto final tras una larga contienda en los tribunales del Reino Unido. En una decisión que cierra la posibilidad de recuperar el acceso a una fortuna descomunal, el Tribunal Superior británico ha desestimado la demanda de Howells para regresar al vertedero de Newport, en Gales, donde hace más de una década cree haber arrojado por error el preciado dispositivo de almacenamiento.
En 2013, Howells enfrentó la dura realidad de que su antiguo disco duro, que contenía bitcoin minados desde 2009, fue accidentalmente descartado durante una limpieza de materiales de oficina. En ese momento, lo que parecía una suma modesta se ha transformado en una fortuna estimada en 750 millones de dólares, consolidándose como uno de los tesoros perdidos más notorios del mundo digital. Desde entonces, Howells ha mantenido una lucha constante por acceder a la montaña de basura de Newport, que diariamente engulle más de un millón de toneladas de desperdicios, en un intento por localizar el disco duro entre aproximadamente 100.000 toneladas de vertederos acumulados.
El juez Keyser KC rechazó la acción legal basándose en dos puntos críticos. En primer lugar, según la legislación británica, los residuos desechados y recogidos por las autoridades locales pasan a ser de su propiedad, lo que incluye el disco en cuestión. En segundo lugar, la demanda fue interpuesta fuera del periodo de prescripción legal de seis años, ya que Howells no emprendió acciones legales sino hasta 2024, a pesar de haber conocido la pérdida en 2013.
Previo al fallo, Howells había intentado negociar con el consejo, ofreciendo compartir parte de la posible fortuna y destinando un 10% a la comunidad local. Asimismo, diseñó un plan ambicioso con el respaldo de un consorcio para excavar en el vertedero, estimando un costo de 13 millones de dólares y una duración de 36 meses. Con métodos innovadores, preveía una probabilidad del 80% de éxito en la recuperación de los datos, aunque las condiciones adversas del entorno y la corrosión podrían haber dañado irreparablemente el disco duro.
Esta última decisión judicial no solo marca el fin de una odisea personal para Howells, sino que también subraya los peligros inherentes al almacenamiento de criptomonedas en formatos físicos y las complicaciones legales que emergen con la pérdida de activos digitales de gran valor. Así, el disco duro extraviado permanece en el imaginario colectivo como un recordatorio de las potenciales oportunidades y desafíos que presenta el mundo de las criptodivisas.