La industria de la belleza ha visto un resurgimiento notable en el uso del colorete, marcando una auténtica obsesión entre los consumidores que buscan replicar un rubor natural y saludable. Este fenómeno, que a menudo se exagera en busca de un efecto más dramático, se ha convertido en un símbolo de vitalidad, emulando el brillo que se asocia con la juventud y el bienestar. Para muchos, el colorete no solo es un producto cosmético, sino una forma de arte que permite dar un toque extra de personalidad al rostro, ofreciendo un brillo juvenil similar al de un entrenamiento físico o el resplandor posterior a un momento de intensa felicidad.
El sentimiento detrás del uso del colorete está impulsado por el deseo de mantener la frescura y la lozanía de los 20 años durante la cuarta década de vida. Las consumidoras buscan capturar la esencia de un rubor natural y saludable que evoque una apariencia radiante, trasladando así el concepto de «menos es más» a un nuevo nivel de sofisticación. Este pequeño toque de color se ha convertido, para muchos, en un elemento esencial de la rutina diaria de belleza, reflejando una tendencia que pone de manifiesto la búsqueda incesante de una estética que combine la tradición con un enfoque moderno hacia el autocuidado.
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