El próximo 5 de noviembre, Estados Unidos se prepara para unas elecciones presidenciales cruciales donde el foco está puesto en los estados conocidos como «swing states» o estados indecisos. Aunque el Partido Demócrata y el Partido Republicano cuentan con bases sólidas en ciertos territorios, son estos estados bisagra los que jugarán un papel decisivo para alcanzar los 270 votos electorales necesarios para ganar la Casa Blanca. Con Donald Trump sumando 219 votos preasegurados y Kamala Harris 215, la pugna se centra especialmente en siete estados: Arizona, Nevada, Georgia, Carolina del Norte, Pensilvania, Wisconsin y Michigan, que en conjunto representan 94 votos electorales vitales. En particular, Pensilvania, Michigan y Wisconsin, componentes del llamado «Muro Azul», son críticos para los demócratas, dado el giro que experimentaron en 2016 cuando Donald Trump logró conquistarlos apelando al descontento económico de la clase media.
La economía, la inmigración ilegal y la seguridad en la frontera son los temas candentes para los votantes en estos estados claves. En Arizona, por ejemplo, el margen de victoria fue exiguo para Joe Biden en 2020, mientras que Georgia sorprendió al volcarse hacia los demócratas por primera vez desde 1992. Por otro lado, en estados como Carolina del Norte y Nevada, Trump mantiene un leve liderazgo, con su enfoque en cuestiones económicas resonando fuertemente en el electorado de clase media. El panorama electoral también destaca la significativa presencia de votantes latinos en estados como Nevada, cuya influencia será determinante dado que han mostrado insatisfacción con el liderazgo demócrata actual. Kamala Harris, por su parte, enfrenta el reto de fortalecer su postura económica para captar estos segmentos cruciales y asegurar un camino hacia la victoria en una contienda marcada por la incertidumbre.
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