En un contexto de creciente tensión geopolítica, Francia y Reino Unido han intensificado sus esfuerzos para promover la autonomía estratégica de Europa, buscando consolidar una posición más independiente y fuerte en el ámbito internacional. Este impulso responde a la necesidad de reducir la dependencia del continente de potencias extranjeras, reforzando la capacidad de acción conjunta de los países europeos frente a desafíos globales. La iniciativa ha cobrado especial relevancia en el contexto de las crecientes tensiones internacionales y el complejo entramado de alianzas y rivalidades que define el escenario mundial actual.
Contraponiéndose a esta tendencia, los líderes de España e Italia, Pedro Sánchez y Giorgia Meloni, respectivamente, han asumido un rol de facilitadores respecto a actores internacionales como Donald Trump y China, que representan una potencial amenaza para la cohesión europea. Esta postura, considerada por algunos como un obstáculo para la unidad del bloque, refleja las divergencias internas sobre la dirección que debe tomar Europa en un mundo cada vez más polarizado. La alineación de estos países con intereses externos pone de manifiesto las diferencias en cuanto a la estrategia que mejor conviene a la Unión Europea para mantener su relevancia y estabilidad frente a las presiones externas.
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