El orgasmo es un fenómeno complejo que conecta cuerpo y mente, activando múltiples áreas cerebrales y desencadenando una serie de reacciones químicas en cadena que impactan en todo el organismo. Durante este evento, se produce un aumento en la liberación de neurotransmisores como la dopamina y las endorfinas, conocidos por intensificar la sensación de placer y euforia. La oxitocina, por su parte, fortalece el vínculo emocional entre las parejas y, junto con las otras sustancias químicas, contribuye a la mitigación del dolor y favorece la relajación. Aunque tanto hombres como mujeres experimentan este proceso, existen diferencias significativas: las mujeres pueden vivenciarlo de maneras diversas dependiendo de la forma de estimulación mientras que los hombres reciben una oleada de dopamina que refuerza la motivación y la percepción de la experiencia como placentera.
El orgasmo también se asocia con diversos cambios fisiológicos, como el aumento del ritmo cardiaco y la respiración acelerada, preparando al cuerpo para alcanzar el clímax mediante la activación del sistema nervioso simpático. Este mismo sistema contribuye a la liberación de adrenalina, lo que provoca la dilatación de las pupilas y mejora la visión al permitir la entrada de más luz a los ojos. Además, durante el orgasmo, el cerebro es inundado por sustancias químicas que prolongan el bienestar general y reducen el dolor gracias a la acción de las endorfinas, mientras que las contracciones musculares, tanto en hombres como en mujeres, contribuyen a la sensación de liberación y satisfacción. Al final del clímax, el aumento de prolactina y vasopresina genera sentimientos de relajación y apego hacia la pareja, enfatizando el fuerte componente emocional del orgasmo.
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