En el pequeño pueblo de Al Sawiya, al sur de Nablus en Cisjordania ocupada, la comunidad local vive sumida en el miedo y la incertidumbre tras el asesinato de Bilal Saleh en un ataque de colonos israelíes en su olivar. Desde el trágico incidente, las cosechas de aceitunas quedan abandonadas, sembrando el paisaje de desesperanza y desolación. La familia de Bilal, incluida su suegra Mona Saleh, recuerda el día fatal cuando los colonos armados descendieron violentamente para atacarles. La escena de horror se agravó cuando Saleh regresó al campo por su móvil y fue abatido por disparos, dejando a sus tres hijos sin padre y a una comunidad en duelo colectivo. Este episodio, un reflejo de la violencia persistente en la región, ha resaltado el peligro constante que enfrenta la población palestina por la expansión de los asentamientos israelíes.
El impacto económico y social es devastador para las comunidades agrícolas palestinas, cuya dependencia de la tierra y sus frutos es clave. Organizaciones como Amnistía Internacional han denunciado que la violencia de los colonos y la construcción de asentamientos constituyen violaciones flagrantes al derecho internacional, exacerbando el sufrimiento bajo un régimen que parece aplicar un apartheid en la región. La agresión del pasado octubre, asistida por las fuerzas israelíes según relató Mohamed, un joven pariente de Bilal, ha perpetuado el temor entre los habitantes de Al Sawiya, obligando a muchos a evitar sus tierras por los riesgos de más ataques. Desde la muerte de Bilal, otros actos violentos han ocurrido, intensificados por la respuesta a los ataques de Hamás y apoyados por el gobierno de Netanyahu, dificultando aún más la precaria existencia de las comunidades palestinas en Cisjordania.
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